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El síndrome de temor a caerse supone el inicio de la discapacidad en la persona mayor

Por el 18/05/2018
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En el último siglo la esperanza de vida en los países más desarrollados se ha incrementado notablemente. Atentos a esta realidad, Francisco Suárez, especialista en Geriatría del Hospital Cruz Roja de Gijón, ha subrayado en el 65º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF) que “ya no se factible pensar que una persona de 75 años está al final de su vida. Puede vivir otros 20 años, y ese es el mismo periodo de tiempo que existe desde el comienzo de su educación primaria hasta la finalización de una carrera universitaria, un largo periodo”.  “Dicho envejecimiento”, puntualiza el especialista, “se acompaña de una serie de cambios fisiológicos que conllevan una pérdida progresiva de la reserva funcional y un aumento de la vulnerabilidad”.

Suárez, que ha participado en la mesa Fragilidad, sarcopenía y nutrición  subraya que “la fragilidad es la fase final de este proceso. Esto provoca un deterioro global de la salud, con un incremento en el riesgo de sufrir discapacidad, dependencia, hospitalización, institucionalización y muerte. Como consecuencia de este proceso se ha creado un sistema sanitario en el que su usuario tipo es el de paciente muy mayor con enfermedades crónicas, discapacidad y fragilidad. Por lo tanto, es necesario reflexionar sobre cómo adaptar los recursos y la organización a esta realidad”, señala el experto.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado recientemente el Informe mundial sobre envejecimiento y salud. “Una de las mayores novedades del informe”, precisa Francisco Suárez, “es la aparición del concepto capacidad intrínseca, entendida ésta como el conjunto de las capacidades físicas y mentales que dota al individuo de habilidades funcionales que le permitan afrontar los retos que el entorno genera. Uno de los mensajes fundamentales del informe es que los sistemas de salud que atiendan ancianos deberían sustituir su foco de atención sobre la enfermedad y centrarlo en la capacidad intrínseca (es decir la función).

Miedo a las caídas

La mitad de los mayores de 80 años se cae al menos una vez a lo largo del año. “En la mayoría de las ocasiones sin consecuencias”, avisa el especialista. “Pero en otras ocasiones generan complicaciones no solo físicas sino psicológicas. Por ejemplo un 1% de las caídas acaba en una fractura de cadera. Ante una persona con inestabilidad en la marcha o caídas de repetición hay que valorar el contexto (en la calle, cuando se levanta de una silla, al caminar…) y los síntomas (mareos, falta de equilibrio, pérdida de fuerza súbita…)”.

“Las causas pueden ser múltiples pero en primer lugar habría que valorar los fármacos que toma, la posibilidad de que tenga hipotensión o hipoglucemias o la existencia de barreras arquitectónicas en su domicilio. Con frecuencia las consecuencias médicas de las caídas, entre las que destaca el denominado síndrome de temor a caerse, suponen el inicio de la discapacidad en el anciano”. 

Entiende el experto que “desde el sistema sanitario es posible intervenir, de forma multifactorial, para prevenir caídas. En las personas mayores se puede y se debe prescribir ejercicio físico multicomponente, con especial atención al entrenamiento de fuerza y equilibrio. En segundo lugar conviene revisar la medicación que está tomando y valorar su adecuación. Y por último, comprobar las barreras arquitectónicas que tiene en su domicilio o en su entorno”.

“Para profundizar en la valoración”, añade el especialista, “existen una serie de test que son capaces de medir no solo la función sino la fragilidad de la persona mayor. Se recomienda realizar una valoración de la capacidad funcional utilizando una batería del rendimiento físico como el SPPB, el test de la velocidad de la marcha en 6 metros o el de levantarse y caminar. Con ellos se puede determinar la fragilidad y el riesgo de caídas de una persona en un tiempo menor de 10 minutos”.

Aclara Francisco Suárez que “la osteoporosis, las caídas y las fracturas deben manejarse de forma conjunta. En personas mayores la mortalidad al año tras fractura de cadera es del 20% y la incapacidad para caminar de forma independiente del 40%. A pesar de ello, en España existe un infratratamiento de la osteoporosis en personas mayores, quizá por una baja conciencia entre los profesionales de sus consecuencias.  Los efectos del ejercicio son potencialmente similares a los que puedan producir muchos medicamentos o incluso mayores, sin apenas efectos adversos, para la prevención de la enfermedad cardiovascular, reducción del riesgo de mortalidad, prevención de la diabetes, obesidad y la mejora de la función muscular y calidad de vida”.

Un deterioro en la fuerza y masa muscular, la resistencia cardiovascular y el equilibrio conllevan una disminución de las actividades de la vida diaria, un mayor riesgo de caídas y una pérdida de la independencia, entre otras consecuencias” advierte el experto. “La inactividad física y el sedentarismo son uno de los principales factores en la pérdida y deterioro de la función muscular. Los beneficios del ejercicio físico en el envejecimiento y específicamente en la fragilidad han sido objeto de reciente investigación científica. Así, se ha comprobado como una actividad física incrementada en el anciano se ha asociado con una disminución del riesgo de mortalidad, del riesgo de enfermedades crónicas prevalentes en el envejecimiento (cardiovasculares, osteoarticulares, neurodegenerativas…) institucionalización, y de deterioro funcional”. “De manera más concreta”, prosigue, “el tipo de ejercicio físico más beneficioso en el anciano frágil es el denominado multicomponente.

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