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El uso de azitromicina no previene la COVID ni minimiza el riesgo de desarrollar síntomas graves

Por el 17/02/2022
Valencia SEFAP

Durante la primera ola de la pandemia desatada por la COVID-19, la azitromicina, un antibiótico usado en el tratamiento de infecciones respiratorias agudas, fue utilizado de forma masiva en los pacientes con síntomas compatibles con COVID-19. Varios estudios señalaron en los meses siguientes la ausencia de eficacia del fármaco para el tratamiento de la enfermedad. Recientemente, un estudio realizado por el Grupo de Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (SEFAP) y publicado en la revista Antibiotics ha demostrado la falta de eficacia de los macrólidos cuando son utilizados a largo plazo.

“Los ciclos prolongados con azitromicina, incluso en tratamientos de larga duración en pacientes que la estaban recibiendo por otros motivos, no se han mostrado efectivos para prevenir la enfermedad, una peor evolución o la mortalidad a causa de la misma”, sostiene Rocío Fernández Urrusuno, coordinadora del grupo e investigadora del estudio. La investigadora recuerda que la azitromicina y otros macrólidos se utilizan en ciclos de larga duración “en el tratamiento de pacientes con enfermedades inflamatorias respiratorias crónicas (asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica –EPOC–, bronquiectasias, fibrosis quística, etc.) por su potencial actividad inmunomoduladora y antiinflamatoria, con el fin de mejorar la función pulmonar y evitar la progresión a enfermedad más grave”.

En el estudio participaron 57 Farmacéuticos de Atención primaria de 40 Áreas de Salud de toda España, que analizaron a más de 3.000 pacientes que estaban recibiendo tratamiento a largo plazo con azitromicina u otros macrólidos durante la primera ola de la pandemia. “Los pacientes venían recibiendo una dosis semanal de 1500 mg de azitromicina durante 39 meses como media, y al mismo tiempo recibían otros tratamientos concomitantemente como broncodilatadores, corticoides, analgésicos, antihipertensivos e inhibidores de la bomba de protones”, explica la Farmacéutica de Atención Primaria Carmen Marina Meseguer, investigadora principal del proyecto. La edad media de los pacientes fue de 73 años; el 55% eran hombres; el 62% fumadores o ex-fumadores; el 56% tenían obesidad o sobrepeso; y el 95% presentaba enfermedades respiratorias crónicas y, al menos, otras tres enfermedades crónicas como cardiovasculares o hipertensión. Según Meseguer, “eran pacientes con elevada comorbilidad”.

La prevalencia de COVID-19 entre la muestra fue del 4,8%, acorde con los datos oficiales del Ministerio de Sanidad durante la primera ola de la pandemia, siendo los síntomas respiratorios los más frecuentes: dificultad para respirar, tos y neumonía. El 53% de los pacientes presentó síntomas leves o moderados, el 28% requirió ingreso hospitalario y el 19% murió con COVID-19. “Comparado con los pacientes no-Covid, el porcentaje de pacientes ingresados en el hospital durante el período de estudio fue 2,8 veces superior y el porcentaje de muertes fue 5,8 veces mayor que entre los pacientes con COVID-19. Nuestros resultados pueden sumarse al conjunto de estudios que muestran que es poco probable que los efectos antibacterianos o los supuestos efectos antiinflamatorios de la azitromicina se traduzcan en un beneficio clínico frente al Covid-19”, añade Meseguer.

Importante reducción del uso de azitromicina

A pesar de la importante utilización de azitromicina en pacientes con síntomas compatibles o diagnóstico de COVID-19, el uso global de azitromicina en la comunidad en España disminuyó durante los meses de invierno, hasta el punto de producirse un cambio en el patrón de consumo durante los meses de invierno (octubre-marzo) de la temporada 2020-2021, una estación caracterizada por la alta prevalencia de infección respiratoria aguda. “Si comparamos el periodo octubre 2020 – marzo 2021 con el del año anterior, según los datos aportado por el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN), se prescribió un 48% menos de azitromicina en España”, analiza Lucía Jamart, miembro de SEFAP e investigadora del estudio.

Para Jamart, esta disminución puede deberse a la importante reducción del número de consultas en Atención Primaria por procesos respiratorios agudos, algo que en su opinión puede achacarse a dos razones. Por un lado, al hecho de que ha habido menos procesos respiratorios agudos debido a las medidas de aislamiento y protección. Por otro, a que, probablemente, los procesos banales que se pudieron producir no derivaron en una consulta médica y, por ellos, no se trataron con antibióticos.

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