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La COVID-19 aumenta más de un 60% el dolor y sufrimiento de las personas con dolor crónico

Por el 02/10/2020
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El abordaje del dolor crónico por parte de los profesionales debe ser multidisciplinar, siempre en coordinación con los equipos tanto públicos como privados. Dentro de las Unidades de Dolor existen patologías que se derivan con más frecuencia a atención psicológica, las mismas que precisan asistencia por el resto del equipo: dorso-lumbalgias, síndrome de espalda fallida, patologías relacionadas con suelo pélvico, etc. El 66% de las personas a las que se atiende son mujeres dado que ellas piden ayuda antes.. Así se ha puesto de manifiesto en el marco de la jornada #NoHayDolor, celebrada por la Sociedad Española del Dolor (SED) en colaboración con Dolor.com, y con el apoyo de Grünenthal, Medtronic y Pfizer-Lilly, y a la que se inscribieron más de 300 personas.

“Las emociones negativas actúan como detonantes y mantenedores, generando tensión muscular y mayor percepción del dolor. En el caso de la desesperanza, dispara el catastrofismo sobreestimando la percepción dolorosa y subestimando la eficacia de fármacos y terapias”, ha señalado Elisa Gallach, psicóloga Clínica de la Unidad de Dolor en el Hospital Universitario. En cuanto a las emociones positivas, la psicóloga asegura que “la resiliencia o el optimismo hacen que la percepción dolorosa disminuya”.

Tal y como explica la especialista, la derivación a atención psicológica se produce cuando además de dolor hay sufrimiento, donde el paciente muestra alteraciones emocionales explícitas como desesperanza o ideas de muerte. También se contempla este tipo de asistencia cuando el profesional detecte que ese trastorno emocional puede estar interfiriendo en la percepción dolorosa o con la eficacia terapéutica.

No obstante, previo a una consulta psicológica el paciente debe haber accedido a una Unidad de Dolor donde Antonio Montes, jefe de la Unidad del Dolor del Hospital del Mar de Barcelona, considera que “es imprescindible la existencia de protocolos de derivación y seguimiento; especialmente, una valoración integral del paciente y un tratamiento multidisciplinar”.

Asimismo, “los pacientes que acuden para ser valorados por primera vez refieren un dolor en una escala de 0 a 10 del 5,3, con un peor dolor en las veinticuatro horas previas a la consulta de 6,7”, explica el Dr. Montes.

El confinamiento ha incrementado el dolor de los pacientes

Durante esta jornada también se ha abordado la forma en la que ha afectado la COVID-19 a las Unidades de Dolor.

Así, el especialista asegura que “la primera ola de la pandemia suspendió toda la actividad, exceptuando aquellos procedimientos inaplazables. Sin embargo, a pesar de no tener datos para evaluar su magnitud, el impacto más grave está siendo el posterior. La asistencia se ve aún limitada y dificultada por los recursos, tanto del hospital como de los propios pacientes para poder realizar visitas telemáticas. Además, aún en muchos centros hay una reducción de la actividad por la menor disponibilidad de profesionales”.

En este sentido, según la encuesta ‘Paciente dolor crónico y COVID-19’ realizada por la SED, el 59,4% de las personas con dolor siente que el confinamiento ha incrementado su problema de salud. La mayoría de los participantes en el estudio percibe un empeoramiento de su dolor debido al sedentarismo provocado por la pandemia de la COVID-19.

En cambio, solo el 6% ha percibido una mejoría en su estado de salud debido a que ha visto aumentado su tiempo de reposo, frente a trabajos exigentes físicamente. Asimismo, la encuesta de la SED apunta que ciertas situaciones de estrés laboral pueden aumentar la percepción de dolor. Estas circunstancias podrían explicar la disminución de dolor en este porcentaje de pacientes.

La nutrición, componente principal de la salud

Teniendo en cuenta el papel tan importante que tiene la nutrición en el dolor crónico, Laura Isabel Arranz, dietista-nutricionista especializada en dolor crónico de la Clínica Barnadolor (Barcelona) y Onelife (Madrid), manifiesta que “una alimentación adecuada con una buena ingesta de omega-3, rica en vitaminas y minerales, fibra, etc., aporta al organismo componentes antiinflamatorios y antioxidantes nutricionales que son de gran ayuda. De lo contrario, ingerir ciertos alimentos, como, por ejemplo, azúcares añadidos o un exceso de grasas saturadas puede ser contraproducente y empeorar el dolor crónico, y su evolución. Una mala alimentación puede llegar a afectar también al bienestar gastrointestinal, al equilibrio endocrino o al sistema inmunitario.

Por este motivo, “el principal objetivo del asesoramiento nutricional en pacientes con dolor crónico es instaurar una alimentación antiinflamatoria personalizada que permita un buen nivel de mejora”. Además, para la experta, es imprescindible “enseñar cuáles son los factores que benefician y cuáles los que perjudican para que el paciente pueda mantener esos hábitos a largo plazo”.

La jornada completa podrá verse en los próximos días en el canal de YouTube de la SED.

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