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Las restricciones contra la COVID incrementan la depresión en niños, adolescentes y mayores

Por el 03/03/2021
restricciones

Las restricciones aplicadas para frenar la pandemia de COVID-19 (confinamientos municipales, toques de queda, etc.,) incrementan los casos de depresión en niños, adolescentes y personas mayores. Los expertos en Psiquiatría están detectando en sus consultas un aumento de las depresiones tanto en los jóvenes (menores de 18 años) como en los mayores (más de 65 años) por el efecto que las medidas contra el SARS-CoV-2 están tenido sobre la salud mental de estos grupos. Estas conclusiones se han expuesto en el webinar Manejo de la depresión en los dos polos de la vida que se ha celebrado dentro del XXIX Curso de Actualización en Psiquiatría que se celebra estos días en Vitoria-Gasteiz.

La jornada divulgativa ha sido moderada por el jefe de la Unidad Ambulatoria de Psiquiatría y Salud Mental de la Infancia, Niñez y Adolescencia del Hospital Perpetuo Socorro de Badajoz, José Ramón Gutiérrez Casares. En ella, la jefa de Psiquiatría Infanto-Juvenil del Hospital Universitario Parc Taulí de Sabadell, Montserrat Pamias Massana, ha explorado el manejo de depresión en el grupo de los niños y adolescentes y el director de Salud Mental del Hospital Universitario Parc Taulí de Sabadell, Diego Palao, ha ahondado en la situación de los pacientes mayores.

Impacto de la COVID-19

Así, respecto a los menores de 18 años, la Dra. Pamias ha explicado que “el alto nivel de estrés académico y la reducción del entorno social por las restricciones para frenar a la COVID-19 ha sido, de una forma muy clara, un gran desencadenante de episodios depresivos, episodios de ansiedad y de incremento de conductas autolesivas. En la franja de los estudiantes de bachillerato, por la mayor exigencia académica, es donde hemos encontrado un aumento más importante de las depresiones. Esta situación también ha incrementado los trastornos de conducta alimentaria, sobre todo en chicas”.

En el ámbito de los mayores de 65, el aislamiento social ha sido el principal desencadenante de las depresiones. “Sabemos por encuestas poblacionales que la incidencia de las depresiones ha aumentado un 20% en la población adulta por el aislamiento social y la soledad. Este dato será todavía peor en las personas mayores. La falta de contacto social fomenta la aparición de la depresión. Las personas mayores no tienen tanto acceso a las nuevas tecnologías para hacer videollamadas, o similares y, además, en casos como en las residencias, se les han restringido las visitas. Todo ello, ha hecho que los mayores queden más aislados que otros grupos de población”.

Manejo de la depresión

El manejo de la depresión grave muestra diferencias en cada uno de los polos de la vida. Cuando los niños o adolescentes se enfrentan a un caso grave y, sobre todo, aparecen pensamientos de suicido, además del tratamiento psicológico, se apuesta por un tratamiento farmacológico. En el campo de los fármacos, con los niños se recurre a la fluoxetina (inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina) con los adolescentes, además del anterior, se opta por fármacos que se denominan duales (aumentan la serotonina y la noradrenalina).

El tratamiento farmacológico es muy importante en los niños. Un adulto con una depresión grave se puede recuperar, pero no es raro que tenga alguna recaída. Sin embargo, la gran capacidad que tienen los niños es que su cerebro es plástico y modificable. Si desarrollamos un buen tratamiento que combine fármacos y tratamiento psicológico, podemos resolver la depresión de esos pacientes para el resto de su vida”, indica la Dra. Pamias.

En el caso de las personas mayores, para superar la depresión moderada o grave, se apuesta por un tratamiento farmacológico con un apoyo psicoterapéutico para buscar e incentivar la actividad del paciente (ejercicio, buenos horarios, dieta adecuada, etc.) y que prevenga el aislamiento hasta que el afectado consiga la máxima recuperación funcional. En estos casos, también se define como clave realizar un seguimiento del paciente para que no abandone el tratamiento a las primeras de cambio. Los fármacos que se utilizan en estos casos son serotoninérgicos y noradrenérgicos, en combinación con antipsicóticos atípicos en depresiones psicóticas (o si existe alguna otra enfermedad como la demencia) y, en los casos que no responde, electroshock.

Ahora bien, respecto a la evolución y recuperación de este grupo, el Dr. Palao indica que “un 70% de este grupo de pacientes se recupera. El otro 30% no va a responder y va a presentar resistencias para hacerlo. En estos últimos casos, es cuando se apuesta por combinaciones en los tratamientos e, incluso, la terapia electroconvulsiva, una opción muy bien tolerada que no está contraindicada en casi ningún caso”.

El riesgo de suicidio 

La mayor parte de las personas que se suicidan pertenecen a la edad media de la vida. Es decir, se encuentran entre los 18 y los 65 años. Pero, ahora bien, el riesgo para los grupos de población que se encuentra por encima y por debajo, también es muy real. “El suicidio es la segunda causa de muerte en los adolescentes. Por ello, cuando haya ideas de muerte o de suicidio, sí o sí es necesario iniciar un tratamiento farmacológico combinado. El riesgo de no llevarlo a cabo es demasiado grande”.

Una vez se superan los 65 años, el riesgo de suicido aumenta exponencialmente en los varones. “En este último grupo se duplica o triplica el riesgo de suicidio consumado con respecto a la población de menor edad. En el caso de las mujeres esta tasa incluso disminuye un poco”, indica el director de Salud Mental del Hospital Universitario Parc Taulí de Sabadell.

Origen de la depresión

La depresión, como todos los trastornos mentales, tiene una base genética. Es decir, cierta predisposición a sufrir episodios depresivos que se hereda de padres a hijos. Por lo tanto, sí que hay una herencia o una predisposición genética. Sin embargo, ahora bien, suele haber un desencadenante ambiental, es decir, algo que en algún momento de la vida despierta esos síntomas de depresión. Pueden ser sucesos graves, como la pérdida de un familiar, el desarrollo de alguna enfermedad o la pérdida del trabajo, etc., o también otros elementos más leves como suspender una asignatura, un enfado con alguna amistad, etc.

Aquí, respecto al grupo de las personas mayores, el Dr. Palao hace especial hincapié en que “es muy importante no identificar los síntomas depresivos (tristeza, desgana, etc.) como propios de un proceso natural de envejecimiento. No es normal que una persona mayor no tenga ganas de disfrutar de las cosas, de vivir, de ver a sus nietos, etc.”.

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