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Demorar la hora de acostarse tiene efectos negativos sobre la adquisición de memoria

Por el 26/10/2021
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El sueño contribuye a la formación de la memoria de las personas de dos formas complementarias. Dormir bien facilita, por un lado, la adquisición de nuevas memorias al día siguiente y, por otro, que las memorias recién adquiridas perduren y puedan integrarse en un cuerpo de conocimiento más amplio. Por el contrario, dormir poco o tener un sueño muy fragmentado, no sólo dificulta la adquisición de nueva información, sino que también favorece la formación de falsas memorias.

“Supongamos que estamos pagando en la caja de un supermercado y que establecemos una conversación con la cajera en su primer día de trabajo. Si hemos dormido bien la noche antes de este encuentro y también la noche después, es posible que si nos volvemos a encontrar a esta misma persona un mes más tarde en un bar no tengamos ningún problema en reconocerla y en recordar el lugar donde la vimos por primera vez. Si, por el contrario, no hemos dormido bien en alguna de estas dos noches, lo normal es que su cara nos sea familiar, pero que seamos incapaces de recordar el lugar donde la conocimos”, ejemplificó la doctora Mercedes Atienza, catedrática de Fisiología de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla y miembro del Grupo de Trabajo Cognición y Sueño de la Sociedad Española del Sueño (SES).

Durante su ponencia ¿Cómo afecta la pérdida de sueño a la codificación y posterior consolidación de la memoria?, enmarcada dentro del programa de la XXIX Reunión Anual de la SES, que se celebró la semana pasada en formato virtual, la experta recordó que existen muchas evidencias que sugieren que “alterar el sueño de una sola noche tiene efectos negativos sobre la adquisición y posterior consolidación de la memoria, sobre todo cuando las memorias recién adquiridas no son fuertes”. Concretamente, explicó Atienza, un estudio liderado por el Laboratorio de Neurociencia Funcional de la Universidad Pablo de Olavide ha demostrado que el simple hecho de demorar la hora de acostarse puede dificultar la capacidad para adquirir nuevas memorias al día siguiente, así como su posterior consolidación.

“Esto resulta especialmente preocupante si tenemos en cuenta que es una práctica muy común en los niños en los días de colegio, en los adolescentes los fines de semana, y en los jóvenes tanto en los fines de semana como en las noches que preceden a un examen. Y, también, por supuesto, cada vez es una práctica más habitual entre la población adulta, que ha tomado por norma llevarse el trabajo a casa y restarle tiempo al sueño”, argumentó antes de recordar que, aunque se tienda a pensar que se puede recuperar parte del sueño perdido en la siesta o en los fines de semana, “las evidencias indican que el efecto negativo de la pérdida de sueño sobre la memoria podría ser irreversible”.

El impacto de la falta de sueño en la salud cerebral

Además de esta incapacidad para generar y consolidar nuevas memorias, la doctora Mercedes Atienza explicó que la pérdida crónica de sueño puede aumentar el riesgo de enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer: “Los mecanismos que sustentan esta relación son múltiples y muy complejos, y quizás por eso sea difícil transmitir el mensaje a la población general. Pero si simplificamos mucho el discurso, podríamos decir que el sueño es un momento favorable para eliminar sustancias que son nocivas para el cerebro y que contribuyen a la fisiopatología que subyace a la enfermedad de Alzheimer. El sueño también es un momento propicio para resetear el cerebro y prepararlo para adquirir nueva información al día siguiente, y es un momento óptimo para reactivar de forma espontánea la información que hemos adquirido durante el día, facilitando así su consolidación”.

Por otra parte, como añadió la catedrática de Fisiología, dormir poco (pero también mucho) puede favorecer otros procesos que también son nocivos para la salud en general y para la salud cerebral en particular. En concreto, según Atienza, tanto el déficit como el exceso de sueño facilita procesos de inflamación y de resistencia a la insulina a nivel sistémico que aumentan el riesgo de obesidad, diabetes tipo 2 y síndrome metabólico, lo que a su vez también contribuye al envejecimiento cognitivo y al Alzheimer.

En un momento en el que parece haber calado entre la población la necesidad de instaurar en sus vidas hábitos saludables como el ejercicio físico y una buena alimentación, Mercedes Atienza considera que como sociedad aún no somos conscientes de la importancia de otro hábito saludable como es el buen descanso, sobre todo por su impacto sobre nuestra salud a largo plazo. “A la gente le preocupa dormir mal por las consecuencias directas que tiene sobre su rendimiento físico, cognitivo y emocional al día siguiente. Sin embargo, la mayoría parece creer que la única solución es tomar fármacos. Es fundamental, que al igual que hacemos en otras esferas de nuestra vida, aprendamos a adquirir hábitos saludables de descanso”, concluyó.

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