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La ‘construcción’ de un fanático

Por el 12/03/2018

edorta-fanatico-tribunaEDORTA ELIZAGARATE | Jefe del Servicio Psiquiatría de la Red de Salud Mental de Álava y profesor asociado del departamento de Neurociencias  de la UPV/EHU

¿Por qué algunos jóvenes de discreta vida se transforman en terroristas dispuestos a inmolarse? Se dice que no hay nada más fácil que condenar al malhechor pero nada más difícil que comprenderlo. ¿Qué nos impulsa al lado oscuro? Esa es una pregunta que flota en la sociedad, incapaz de comprender los mecanismos que se activan cuando una persona se transforma hasta convertirse en una persona enajenada, fuera de control.

En un solo mes, julio de 2016, se concatenaron cuatro o cinco casos de terrorismo en diversos puntos del planeta. ¿Qué diferencia hubo entre ellos? A primera vista, el rasgo que los une es que son personas que toman los elementos más mortíferos que tienen a mano y se dirigen de forma súbita contra víctimas elegidas al azar.

En un artículo publicado por la revista Psychiatric Times y titulado -¿son los terroristas por definición psicóticos?– el autor -Ronald Pies-, profesor de psiquiatría en la universidad de Siracusa en Nueva York, reflexionaba sobre las razones por las que jóvenes occidentales se incorporan al Estado Islámico. Descarta el factor religioso toda vez que la inmensa mayoría de los 5 millones de musulmanes estadounidenses no siguen semejante trayectoria.

Tampoco parece que se pueda atribuir a la pobreza o a la falta de educación los asesinatos de los terroristas yihadistas. Continuamente se habla de combatir las causas socioeconómicas de fondo del terrorismo. Sin embargo la relación entre pobreza y pobre educación con terrorismo no ofrece resultados concluyentes. Aunque la pobreza y la incultura no ayudan a la moderación no son causa ni necesaria ni suficiente de la radicalización extremista.

Se impone, por tanto, abordar si la base de su problema atiende a un elemento psicológico: en algunos casos hay un componente de fragilidad mental que explica que estos jóvenes hayan llegado a sacrificar sus vidas por ideologías que meses antes les eran indiferentes.

El lema volteriano sobre los fanáticos del piensa como yo o muere es de triste actualidad. Requiere analizar el pensamiento dogmático, con sus componentes  de simplificación excesiva y dicotomización. La lucha de quienes piensan que las creencias trascendentes son un derecho contra quienes lo ven como una obligación constituye la base del fanatismo.

Ha de tenerse en cuenta que la construcción como sujetos es un fenómeno complejo. Hay fases de la vida donde existe cuestionamiento, momentos complejos en la vida de cada cual a la búsqueda de coherencia y sentido. La identidad es lo que da sentido y continuidad en nuestro Yo. Un encuentro religioso que ofrezca una ideología simplificada y una lectura del mundo absoluta que restablece fuerza y estima para su páramo de existencia y su sinsentido vital elimina, de repente, la citada complejidad y el pensamiento no accede a matices. Surgen  valores absolutos del bien y del mal y ese  relato permite morir sin problemas, con garantía de vida eterna. Los discursos de sus líderes dan la impresión bien consistente de que problemas complejos tienen soluciones que son sorprendentemente simples y claras. ¿Cómo no me he podido dar cuenta antes?, se preguntan. La visión fundamentalista del mundo se basa en un pequeño número de clichés reconocibles. Tras esta simplificación excesiva aparece el quien no está conmigo está contra mí.

Definido el concepto de secta como sectario, secuaz, fanático o intransigente de una idea o de una creencia hay tres rasgos de carácter esenciales: son sistemas totalitarios cuyas características principales son el control absoluto del individuo, la jerarquización extrema con fuerte represión de la disidencia o el simple disenso, y un componente milenarista que aspira a la renovación de los individuos. La secta provoca engaño y la manipulación  se caracteriza por dirigir a su antojo una persona o un grupo a hacer lo que uno desea. Las técnicas de control mental o reforma del pensamiento, comúnmente llamadas lavado de cerebro, se centran en el control del comportamiento y del pensamiento, el control emocional y de la información.

Valores como la autonomía, la libertad personal y la mirada crítica como elementos herederos de modernidad serán los mejores baluartes contra la pujanza reduccionista de identidad.  La distancia crítica  y los procesos múltiples de identificación aseguran la continuidad de nuestro yo, confieren autoestima y sustrae a la tentación de crear capullos protectores que nos separan de los otros y del mundo.

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