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Me han diagnosticado cáncer: ¿y ahora qué?

Por el 10/02/2017
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Un diagnóstico de cáncer lleva consigo un impacto emocional muy importante en la persona afectada y en su entorno que hace que afloren sentimientos de tristeza, miedo e incertidumbre ante el temor a perder la vida. En este contexto de malestar emocional, muchos pacientes y sus familias necesitarán asesoramiento profesional de salud mental para responder a multitud de preguntas y sobrellevar la enfermedad de la mejor manera posible. No en vano, el estado de ánimo juega un papel muy importante en los procesos oncológicos.

Cada año se detectan alrededor de 13.500 nuevos casos de cáncer en Euskadi, según los últimos datos del Departamento de Salud. Entre los años 2009 y 2013 se diagnosticaron en Euskadi 67.409 casos de cáncer, 40.312 en hombres y 27.097 en mujeres. El cáncer sigue teniendo mayor incidencia en los hombres y va en aumento con la edad, a partir de los 65 años, tanto en hombres como en mujeres.

Con motivo de la celebración reciente del Día Mundial del Cáncer, el pasado 4 de febrero, Miren Barrutia, especialista en el tratamiento psicológico del cáncer de AMSA-Grupo IMQ, responde a las cuestiones más comunes que se plantean los pacientes y su entorno a la hora de enfrentarse a un cáncer.

En primer lugar, la experta de IMQ explica que es muy importante ayudar al paciente a asumir de forma real lo que está viviendo. “Durante años y desde varios ámbitos de la sociedad se ha intentado que no se mencione la palabra cáncer y esto es un error. El proceso de asunción implica hablar de la enfermedad y saber con quién quiere el paciente compartir su situación para conseguir implicación por parte de quién se quiere que la tenga”.

“Se dice mucho que se debe hablar del cáncer para normalizarlo, pero se debe hablar con quién el paciente desee; en definitiva con la red social que le haga llevarlo de la mejor manera posible. Hay que hacer caso y respetar ese deseo. A nivel social y profesional el paciente es quién debe decidir hasta qué punto quiere hablar y qué parte de la información comparte y cuál no”, destaca Miren Barrutia.

Otro punto importante en el abordaje psicólogo del cáncer es el papel que juegan las familias y el entorno en el proceso de apoyo.  En opinión de la psicóloga de AMSA-IMQ, “para que haya confort a nivel emocional, un familiar ha de hacerle saber a su ser querido enfermo que no está solo y que no es necesario insistir en preguntas sobre su estado de ánimo. Desde el respeto, hay que hacerle saber a esa persona que se está presente con hechos. Con un abrazo se hace saber mucho más que con preguntas”.

“Es necesario que la persona se sienta acompañada. Somos únicos e irrepetibles y cada proceso oncológico es diferente. El papel del psicólogo es acompañar en ese proceso. A veces la duda no está en qué herramientas psicológicas se deben usar, sino cómo gestionar el miedo ante la reacción del entorno”, señala la especialista.

Por otro lado, la psicooncóloga de IMQ recuerda que la enfermedad acarrea ciertas consecuencias sobre todo por los tratamientos (pérdida de miembros tras un proceso quirúrgico, caída del cabello, agotamiento físico por la quimioterapia, etc.) y hace hincapié en que se debe afrontar un duelo oncológico.

 “Nos empeñamos en separar la parte física de la emocional y no debe ser así. Cuando alguien está agotado, sin estar enfermo, también lo está mentalmente. El trabajo en la psicooncología es un trabajo a tres niveles: psicológico, social y biológico. Hay ciertos síntomas que derivan no solo de la enfermedad, sino también de los tratamientos. El papel de psicooncólogo es acompañar en el proceso e intervenir para que el dolor, miedo, malestar, etc, afecte lo mínimo a la calidad de vida del paciente.”, subraya la especialista de AMSA-IMQ, quien incide en que se producen en algunos casos “ciertas pérdidas, como una amputación de una mama por ejemplo, que implican cambios en la imagen corporal, provocando impacto físico  junto al emocional”.

Ante un diagnóstico de fallecimiento a corto plazo, el papel del psicólogo es ayudar a morir al paciente lo mejor posible. “Básicamente se trata de escuchar y conocer las necesidades que hay al final de la vida. Para una persona puede ser morir sola en el monte y para otra acompañada de sus familiares”.

“Mirar hacia la enfermedad es atisbar un horizonte desconocido y mirar a la muerte lo es aún más. Hay que ser capaces de saber qué es lo que cada paciente quiere y cómo lo quiere y empezar a trabajarlo. Nuestra labor es ayudarle a conseguirlo y a expresar las últimas voluntades, es decir, qué es lo dejar claro antes de marchar (a su familia, amigos…). No hay que llevarse cargas innecesarias en el viaje que se va a iniciar”, concluye la experta de AMSA.

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