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Somos lo que comemos y tenemos características del entorno donde comemos

Por el 13/02/2019
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Un grupo de investigación del Departamento de Mineralogía y Petrología de la UPV/EHU ha realizado un análisis isotópico y elemental de huesos y dientes humanos de los yacimientos de San Martín de Dulantzi (Álava), Las Gobas (Treviño), San Juan de Momoitio (Bizkaia) y Tauste (Zaragoza), de entre los siglos VI y XI. Los restos humanos de esos yacimientos han permitido entender diferentes aspectos de la vida de aquella época, como la paleodieta y la movilidad.

El análisis isotópico y elemental de huesos y dientes humanos encontrados en los yacimientos y su posterior comparación con otros análisis de la fauna, la vegetación, el suelo, el agua y otros materiales localizados en el mismo entorno aporta abundante información de sociedades antiguas. La geóloga Iranzu Laura Guede, investigadora del Departamento de Mineralogía y Petrología de la UPV/EHU, se dedica precisamente a eso, junto con profesionales de la arqueología y otras entidades, en colaboración con un grupo multidisciplinar del campo de la historia, la paleontología, la antropología, etc.

Al fin y al cabo, “somos lo que comemos. La composición isotópica de los alimentos que ingerimos pasa a nuestros huesos, dientes y tejidos, y queda registrada en ellos. Igualmente, los alimentos adquieren la composición isotópica del entorno, ya que en ellos influyen aspectos, como el propio medio, la geología y la climatología”, explica la doctora Guede. Los diferentes isótopos de un elemento contienen el mismo número de protones pero distinto número de neutrones en su núcleo, y eso hace que uno de los isótopos de un elemento tenga una mayor participación que los demás en los procesos químicos, físicos y biológicos.

La investigadora ha realizado análisis isotópicos y elementales del carbono, del nitrógeno, del oxígeno y del estroncio en dientes y huesos de los yacimientos situados en San Martín de Dulantzi, en Las Gobas (Treviño), en San Juan de Momoitio (Bizkaia) y en Tauste (Zaragoza) —los tres primeros son yacimientos cristianos, y el último es islámico—, con el fin de analizar las dinámicas sociales, la dieta y la movilidad de las sociedades medievales.

Intercambio, contraste y comparación de la información

Para estudiar la movilidad de cada individuo, se han comparado las composiciones isotópicas del esmalte y la dentina de los dientes y de los huesos con composiciones de diversos materiales encontrados en el entorno del yacimiento. De hecho, “el esmalte dental queda sellado tan pronto como se forma, y aporta información sobre el lugar de origen de la persona. Sin embargo, la composición de los huesos y la dentina va cambiando con el paso de la vida; por tanto, ponen de manifiesto las diferencias que producen los cambios de dieta o del lugar de residencia”, explica la geóloga. Para el estudio de la movilidad se utilizan isótopos de oxígeno y de estroncio: “La composición de los isótopos de estroncio reflejan la región geológica del lugar de nacimiento de los individuos; el oxígeno, por su parte, limita la zona geográfica”.

En cuanto a la dieta, las relaciones isotópicas varían en función de los alimentos ingeridos por los individuos. Por ejemplo, “en el caso del nitrógeno, a medida que se asciende de nivel trófico se va enriqueciendo la relación isotópica del nitrógeno: una relación isotópica de nitrógeno más rica indica que la persona en cuestión se alimentó con más carne; sin embargo, cuando las relaciones son menores se puede pensar que su dieta fue más pobre en proteínas y más vegetariana”, añade. Asimismo, también se miden las relaciones isotópicas del carbono y del nitrógeno en los huesos de otros animales encontrados en el yacimiento, “para saber cuáles son las bases de los valores de la dieta local”.

De los resultados de los análisis realizados en el laboratorio, “sacamos diferentes conclusiones, pero estas no tienen significado alguno si no se contrastan con los datos que tienen los profesionales de la arqueología y la antropología”, explica Guede. Y es que los investigadores de otras disciplinas disponen de otro tipo de información, en función de los restos de comida, plantas y animales, joyas y otros tipos de restos encontrados en el yacimiento.

Con todo ello, una de las conclusiones del estudio es que “la movilidad de la población medieval era limitada, porque hemos encontrado pocos individuos extranjeros. Aunque ha sido difícil determinar las zonas de procedencia de las personas extranjeras, los datos isotópicos sugieren que no son de zonas lejanas —precisa—. De todas formas, con los datos de que disponemos actualmente no se puede determinar su procedencia”. En lo que se refiere a los modelos de paleodieta, “los datos indican que las poblaciones rurales medievales se alimentaban de productos similares, principalmente, cereales, hortalizas y legumbres y pequeñas cantidades de proteína animal. Asimismo, han podido concluir que en poblaciones musulmanes las personas ingerían diferentes alimentos en función del sexo y la edad. Esto pone de manifiesto las distintas dinámicas sociales que tenían las poblaciones cristianas y las musulmanas”, concluye.

 

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