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Un año después de un ictus existe una alta prevalencia de depresión, ansiedad, apatía e irritabilidad

Por el 25/03/2019
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El Hospital Aita Menni, institución sanitaria vasca sin ánimo de lucro centrada en la atención de personas con enfermedad mental, daño cerebral, discapacidad intelectual y personas mayores, ha participado en el estudio de una tesis doctoral de la Universidad de Deusto, dirigida a analizar las alteraciones emocionales y de la personalidad que se producen como consecuencia del ictus tales como la depresión, la ansiedad, la irritabilidad, la agresividad y la apatía. En concreto, se ha estudiado este impacto en diferentes etapas después del ictus: 3, 6 y 12 meses.

Las principales conclusiones del estudio pionero son que el ictus no solo provoca secuelas físicas, sino también consecuencias psicológicas a largo plazo, y no solo recientemente tras haber sufrido la lesión, ya que existe una alta prevalencia de depresión, ansiedad y apatía 3, 6 y 12 meses después del ictus, siendo mayor el impacto de la apatía en la capacidad funcional del día a día de las personas implicadas.

La muestra estaba formada por un total de 97 sujetos divididos en dos grupos: el grupo de estudio compuesto de personas con ictus (GE) y  el grupo control (GC) en el que había personas sanas y que no han sufrido un ictus. En relación a las variables sociodemográficas de la muestra, la edad media de las personas participantes fueron 60 años y ¾ partes de la muestra fueron hombres.

En concreto, el estudio es una tesis doctoral de la Universidad de Deusto, cuya autora, la neuropsicóloga de la Unidad de Daño Cerebral del Hospital Aita Menni, Naiara Mimentza,  ha realizado en el centro sanitario vasco. La tesis acaba de ser presentada en la Universidad de Deusto y lleva por título “Análisis longitudinal y correlacional de la psicopatología post-ictus y su impacto en la funcionalidad”.

Según explica la especialista de Aita Menni, el “ictus genera un amplio abanico de trastornos psíquicos y un alto impacto tanto en los pacientes como en sus familias; se correlacionan con peores resultados funcionales, menor participación social, conflictos familiares, sobrecarga al cuidador, mayor institucionalización, mayor mortalidad y peor calidad de vida”.

“Los ictus son una patología con una alta incidencia -200 por 100.000 habitantes- y las alteraciones psicopatológicas están mucho menos reconocidas que las alteraciones físicas o de la comunicación siendo muy importante conocer su impacto y abordar su tratamiento”, describe la neuropsicóloga de Aita Menni.

En este contexto, ha subrayado la necesidad de “incorporar la valoración de las alteraciones psicopatológicas en las valoraciones neuropsicológicas porque las secuelas del ictus, los cambios cognitivos y conductuales marcan el día a día y el futuro de las personas y sus familias”

Resultados específicos de la investigación

En el caso de la depresión, en la primera valoración (3 meses) casi la mitad de la muestra presenta un trastorno depresivo, disminuyendo en las siguientes valoraciones. Respecto a la ansiedad, casi el 30% presenta ansiedad en las dos primeras valoraciones (3 y 6 meses después del ictus), disminuyendo al 15% al año del ictus.

En relación a la apatía en la primera valoración la mitad de las personas con ictus presentaron apatía, siendo del 32.4% en la segunda valoración y del 25.90% en la tercera valoración.

Los datos indican que la apatía presenta relación con la funcionalidad de las personas con ictus, y que la depresión en la primera y la segunda evaluación se relaciona con la funcionalidad de forma significativa y que en la tercera valoración la tendencia se mantiene.

Sobre el ictus

El ictus es la interrupción brusca del flujo sanguíneo cerebral que genera una combinación de síntomas físicos y de alteraciones mentales que duran más de 24 horas. Dicha interrupción se produce por la obstrucción del vaso sanguíneo, denominado ictus isquémico o debido a la ruptura del vaso sanguíneo, dando lugar a un ictus hemorrágico.

Los datos epidemiológicos indican que en función del año, el ictus se sitúa como la segunda o tercera causa de muerte en el mundo, como la segunda causa de muerte y la primera causa de discapacidad en Europa, y como la segunda causa de muerte en España, llegando a ser la primera en el caso de las mujeres.

Las secuelas del ictus son múltiples y, dependiendo de la gravedad y de la zona afectada, se manifiestan en trastornos de la movilidad y de la sensibilidad, problemas de comunicación, déficits cognitivos y alteraciones emocionales y de la conducta.

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