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Un vuelo de más de cuatro horas aumenta entre dos y tres veces el riesgo de padecer una trombosis venosa profunda

Por el 05/05/2015
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El XXIII Congreso Nacional del Capítulo Español de Flebología y Linfología (CEFyL) de la Sociedad Española de Angiología y Cirugía Vascular, celebrado en Valencia en el Hospital Universitari i Politècnic La Fe, ha abordado la base científica del ‘Síndrome de la Clase Turista’, también denominada por los especialistas en Angiología y Cirugía Vascular como ‘Trombosis del Viajero’.

Así, en una conferencia magistral celebrada en el congreso y denominada “Síndrome de la Clase Turista: ¿mito o realidad”, el tor Manuel Miralles, jefe de la Unidad de Angiología y Cirugía Vascular del Hospital La Fe, ha realizado una revisión crítica y una exposición pública de la evidencia científica disponible sobre este problema de salud.

Así, tras ser presentado por el tor Ignacio Sánchez Nevárez, presidente del Comité Organizador del Congreso, ha analizado estudios realizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, en inglés), la Organización Internacional de Aviación Civil, organizaciones europeas de consumidores, la Cámara de los Lores inglesa, etcétera. También ha analizado los trabajos de investigación publicados en revistas científicas como Heart, The Lancet, The New England Journal of Medicine, Annals of Internal Medicine, Archives of Internal Medicine, British Journal of Haematology, Thorax, Chest y Phlebology.

Tal y como ha aseverado el tor Manuel Miralles, “a la luz de la evidencia científica disponible, se puede afirmar que el Síndrome de la Clase Turista o ‘Trombosis del Viajero’ sí es un problema de salud constatable y real.Diversos metanálisis sugieren que realizar un vuelo de más de cuatro horas de duración aumenta entre dos y tres veces el riesgo de padecer una trombosis venosa profunda”.

No obstante, el conocimiento de esta realidad “nos permite identificar los factores de riesgo, lo que redunda en una mejor prevención y, en buena lógica, en una menor mortalidad y morbilidad (problemas de salud que surgen a raíz de la propia trombosis del viajero”.

Así, el Síndrome de la Clase Turista o Trombosis del Viajero “sólo está demostrado que afecta a personas que realizan vuelos con una duración de más de cuatro horas. Y también en transportes terrestres de igual o superior duración (autobús, tren, coche)”.

El experto ha puesto de manifiesto que “cada año se producen alrededor de 150.000 trombosis venosas profundas derivadas de vuelos de larga duración en todo el mundo, lo que conlleva un riesgo de embolia pulmonar y muerte”.

El tor Miralles ha indicado que, “de manera general, no es necesario tomar ácido acetil salicílico o anticoagulantes de manera previa cuando se va a realizar un viaje de más de cuatro horas de duración. No obstante, hay que adoptar medidas preventivas cuando se presenta uno o varios factores de riesgo: trombofilia (propensión a desarrollar trombosis), toma de anticonceptivos orales, obesidad, cáncer o haber sufrido una cirugía en las semanas previas al viaje”.

En estos casos, las medidas preventivas son: “usar medias de compresión elástica; levantarse y deambular con frecuencia; si se está sentado, realizar ejercicios de flexo-extensión durante algunos minutos cada hora, moviendo brazos y piernas y levantando la punta de los pies y moviendo los tobillos; beber suficiente agua o zumos; y elegir un asiento de pasillo para estirar mejor las piernas y cambiar de postura”.

El tor Miralles sacó a colación en su exposición el caso de la joven de 28 años Emma Christoffersen, que murió en el aeropuerto de Heathrow (Reino Unido) por una embolia pulmonar (confirmada en la autopsia) tras un vuelo de 20 horas desde Australia. “Este caso despertó el interés de la prensa y el temor de las compañías aéreas a enfrentarse a indemnizaciones multimillonarias”.

Asimismo, destacó que “al menos un presidente (Richard Nixon) y dos vicepresidentes de los EE. UU. sufrieron trombosis venosas o embolias pulmonares durante sus mandatos, a pesar de viajar en condiciones excelentes en el Air Force One (el avión presidencial)”, lo que contradeciría “la creencia de que el síndrome de la clase turista está ligado al hacinamiento durante los viajes”.

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