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Las embarazadas que restringen su dieta pueden provocar daños severos en el cerebro del niño

Por el 19/05/2015
embarazada

Al ser humano le ha costado dos millones de años de evolución para llegar a tener  cerebro que hoy tiene, “cuya composición actual es grasa en un 60 por ciento. El 40 por ciento de esa grasa lo forman los fosfolípidos y los omegas 3 y 6”, tal y como asegura Javier Aizpiri, director médico de Instituto Burmuin, en Bilbao. Ése es el punto de partida de la conferencia que, bajo el título La increíble historia de los fosfolípidos y omegas en los seres vivos, abordará “cómo el desarrollo del ser humano ha consistido en obtener nutrientes para desarrollar su cerebro, una maravillosa aventura”

Javier Aizpiri, fundador de los módulos de asistencia psicosocial del País Vasco, precisa que  “la combinación de fosfolípidos y los omegas 3 y 6 es el tratamiento más exquisito que se puede empelar para el desarrollo cerebral junto a algunos aminoácidos, desde el propio feto hasta mantenerlo en buenas condiciones en la edad avanzada”.

“Los fosfolípidos”, subraya el experto, “forman parte de todas las membranas del cerebro, en especial de las neuronas. Conviene recordar”, añade, “que todo el sistema cognitivo del ser humano depende de un buen funcionamiento de las neuronas. Al tratarse de un tipos de grasas, pueden ser atacados por múltiples agentes tóxicos. No en vano, está registrado cómo determinadas grasas saturadas pueden ocupar el espacio destinado  en los fosfolípidos a los omegas 3 y 6, lo que produce alteraciones severas de la membrana”.

Javier Aizpiri subraya la necesidad de mantener los niveles adecuados de fosfolípidos y hace hincapié en “cómo resulta necesario en los embarazos actuales que la madre se abastezca de los nutrientes necesarios para transmitir al feto esas que se llaman las grasas inteligentes del cerebro”.

No es un asunto baladí. El neuropsiquiatra entiende que “hoy en día hay muchas madres que restringen su dieta al quedar embarazadas. Es un error. Y las consecuencias pueden ser severas, desde déficits de inteligencia en los niños hasta la constatación de que el lóbulo frontal va a madurar más lentamente. En esta carencia también se sitúa, en parte, el incremento de problemas de trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). No por nada, está estimado que esta patología representa entre el 20 % y el 40 % de las consultas en los servicios de psiquiatría infanto-juvenil.

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