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El entorno de los primeros años de vida determina el estrés en la edad adulta

Por el 14/03/2016
infancia-genes-ambiente

Aunque los primeros días de vida de una persona parezcan intrascendentes,  el pequeño está expuesto a un ambiente que, cuando entra en interacción con los genes heredados tanto de su padre como de su madre, define aspectos de su funcionamiento biológico en muchos rasgos del temperamento; a su vez, estos rasgos temperamentales que nos caracterizan, nos llevan a buscar ambientes determinados o a provocar situaciones o conductas particulares en los demás; este último fenómeno es denominado por los especialistas “ambiente evocado”, y condicionará muchas situaciones o sucesos en nuestras vidas.

De la misma forma, cuando nos exponemos a ciertas situaciones de estrés, el organismo responde de manera específica en cada uno de nosotros, lo cual suele relacionarse con una conducta concreta y, a veces, con el desarrollo de una enfermedad. Este último fenómeno es denominado por los especialistas “interacción gen-ambiente”, y puede depender tanto de los genes del sujeto como de las experiencias vividas muy tempranamente y que pueden quedar  fijadas en nuestro ADN por mecanismos llamados epigenéticos, capaces de modificar la expresión de nuestros genes sin cambiar la secuencia de nuestro ADN.

Investigadora del Instituto de Biomedicina de la Universidad de Barcelona (IBUB) , y del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud mental (CIBERSAM), del Instituto de Salud Carlos III, la Dra. Fañanás desarrolla distintas investigaciones destinadas a comprender estos complejos mecanismos que parecen explicar una parte importante de las características más complejas de los seres humanos, incluidas distintas patologías mentales; “nuestros genes contribuyen a hacernos ver el mundo que nos rodea de una manera determinada en cada individuo, con pequeños matices que nos hacen diferentes, por ejemplo, respondiendo a circunstancias de peligro aparentemente similares”;  “esto es así, porque nuestro cerebro percibe el peligro de manera muy rápida y , en gran medida, influenciado por algunos rasgos biológicos que dependen de la constitución genética de cada uno de nosotros”; “la evolución nos ha hecho genéticamente sensibles al ambiente para que podamos integrar la información esencial de nuestro medio social e identificar adecuadamente tanto el peligro, como las situaciones ventajosas o de protección”.

 “Es tan importante el ambiente”, advierte la investigadora, “que durante la infancia el ser humano es capaz de proteger al niño de manera innata, evitando que esté expuesto a situaciones que puedan resultar perjudiciales para él dejando una huella biológica, “epigenética”, que lo sensibilizará para responder al ambiente posterior”.

Si el fenómeno natural de interacción entre los genes y el ambiente no se construye bien durante la infancia a través de las relaciones familiares, el individuo tendrá que afrontar una serie de hándicaps para adaptarse, sobrevivir y desarrollarse en plenitud y con salud mental y física; algunas personas, por su constitución genética, son capaces de reconducir algunas alteraciones biológicas que surgen como consecuencia del estrés temprano pero en otras, donde existen factores genéticos de vulnerabilidad, la exposición a estas experiencias puede ser determinante para el desarrollo de trastornos mentales.

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