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La embolización prostática mejora los síntomas en el 90% de los pacientes con hiperplasia benigna de próstata

Por el 13/09/2022
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La hiperplasia benigna de próstata es una afección que se caracteriza por un crecimiento benigno de la glándula prostática que puede producir una obstrucción del flujo de la salida de la orina, provocando síntomas como la urgencia para orinar, el orinar con frecuencia (principalmente por la noche) o el débil chorro de orina. Se trata de una de las patologías más frecuentes en los hombres y, según las estimaciones, supone la primera causa de consulta en los servicios de urología y la segunda causa de ingreso para intervención quirúrgica en varones mayores de 50 años.

Hasta hace unos años, el tratamiento de esta afección pasaba por los fármacos y por la cirugía convencional, pero en los últimos años se ha ido imponiendo como tratamiento alternativo la embolización prostática, una técnica mínimamente invasiva y que se ha demostrado como un tratamiento “efectivo y seguro para los pacientes, principalmente para aquellos en los que el tratamiento farmacológico no sea efectivo, para pacientes con sonda urinaria o para aquellos que no quieran tratamiento farmacológico o quirúrgico”. Así lo ha manifestado el doctor Íñigo Insausti Gorbea, miembro de la Sociedad Española de Radiología Vascular e Intervencionista (SERVEI) y jefe de la Unidad de la Unidad de Radiología Vascular e Intervencionista del Hospital Universitario de Navarra, durante una ponencia realizada en el marco del Congreso CIRSE 2022, que reúne estos días en Barcelona a más de 5.000 radiólogos intervencionistas de todo el mundo en el Centro de Convenciones Internacional de la Ciudad Condal.

“Inicialmente el tratamiento de la hiperplasia benigna de próstata es farmacológico. Los fármacos son efectivos inicialmente, pero son de por vida, y pueden dar lugar a efectos secundarios como la disfunción eréctil y la hipotensión. Cuando la medicación no es efectiva o el paciente no la tolera, es necesario dar un paso más en el tratamiento. Hasta la fecha, el tratamiento estándar ha sido la cirugía convencional realizada a través de la uretra, que es una técnica segura y eficaz, pero no exenta de complicaciones como el sangrado, la incontinencia urinaria, la eyaculación retrógrada, la disfunción eréctil, y la estenosis uretral. En ese sentido, la embolización prostática se presenta como una alternativa a la cirugía, con similar eficacia, pero con menor tasa de complicaciones y una recuperación más rápida”, ha argumentado el doctor Insausti Gorbea, que ha añadido que aproximadamente nueve de cada diez pacientes tratados mediante embolización prostática presentan mejoría de sus síntomas y de su calidad de vida; y que, en el caso de los pacientes con sonda urinaria, ésta se consigue retirar en el 80%-87% de los casos, permitiendo además que los pacientes sean capaces de orinar correctamente con escasos síntomas urinarios.

Múltiples beneficios a todos los niveles de la embolización prostática

Como ha explicado el experto durante su intervención en CIRSE 2022, la embolización prostática es un procedimiento mínimamente invasivo que se realiza con anestesia local mediante una punción en la ingle: “Guiado por un equipo de rayos X, un Radiólogo Intervencionista navega por el sistema arterial hasta las arterias prostáticas. Una vez en el interior de éstas, se procede a su oclusión mediante unas partículas de muy pequeño tamaño, llamadas microesferas. El cierre de las arterias provoca una disminución importante del riego de la próstata, disminuyendo el tamaño de ésta y, por tanto, haciendo más fácil la salida de la orina”.

Entre los beneficios de este tratamiento alternativo de la hiperplasia benigna de próstata, además de los ya citados (menores tasas de complicaciones y utilización de anestesia local), el doctor Íñigo Insausti Gorbea ha enumerado la posibilidad de realizar la intervención de forma ambulatoria, dando el alta al paciente apenas cinco horas después del procedimiento, la recuperación más rápida a la vida social y laboral, la preservación de la función sexual del paciente (no produce eyaculación retrógrada ni incontinencia urinaria) y el hecho de que sea una opción terapéutica válida para pacientes sondados o que toman anticoagulantes y/o antiagregantes. “Además, se trata de una intervención bastante más económica que la cirugía urológica y que no impide la realización posterior, si es necesaria, de la cirugía urológica. Es más, la facilita al disminuir el riesgo de sangrado intra y postoperatorio”, ha concluido.

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