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Las mujeres casi triplican la incidencia de los hombres en el síndrome de piernas inquietas

Por el 26/09/2023
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El Síndrome de piernas inquietas (SPI) es un trastorno sensitivo-motor que ocasiona en las personas afectadas una necesidad irresistible de mover las piernas durante el reposo y, sobre todo, a últimas horas de la tarde y durante la noche, lo que impide conciliar y/o mantener el sueño. “Con gran frecuencia, para aliviar los síntomas, los pacientes tienen que levantarse y caminar, privándose así de sueño durante el tiempo que se mantienen los síntomas”, explicó la doctora Laura Lillo Triguero, codirectora del Programa de Medicina del Sueño del Hospital Ruber Internacional, durante su participación en la mesa redonda ‘Diferencias de sexo en trastornos de movimiento y conducta durante el sueño’, celebrada en el marco del XXXI Congreso de la Sociedad Española de Sueño (SES).

Aunque los síntomas son similares en hombres y mujeres, señaló la neuróloga, los estudios apuntan a que las mujeres muestran puntuaciones más altas en las escalas de gravedad del trastorno. Además, la incidencia también es superior entre las féminas, con una ratio de entre dos y tres mujeres afectadas por SPI por cada hombre.

“Es posible que las mujeres sepan identificar mejor los síntomas sensitivos o sean más proclives a referírselos a los especialistas”, argumentó Lillo Triguero, que apuntó a que la gestación constituye una de las principales causas del aumento de prevalencia del síndrome de piernas inquietas en mujeres, ya que la prevalencia en mujeres que no han pasado por una gestación es similar a la de los hombres. “Como mecanismos subyacentes se postula la presencia de factores hormonales y del metabolismo del hierro, pero, aunque juegan un papel en las diferencias de género, la evidencia científica aún no permite justificar estas diferencias en la incidencia del SPI”, añadió.

Trastorno de conducta del sueño REM: riesgo de infradiagnóstico entre las mujeres

Al contrario de lo que sucede con el síndrome de piernas inquietas, el Trastorno de conducta del sueño REM es mucho más prevalente en hombres. Esta parasomnia se caracteriza por la aparición de conductas anormales durante el sueño REM, una fase en la que habitualmente soñamos, pero nos encontramos totalmente paralizados, exceptuando la musculatura ocular y los músculos respiratorios. Sin embargo, las personas afectadas por este trastorno se mueven representando el contenido onírico, que generalmente va acompañado de pesadillas de contenido violento en las que la persona tiene que defenderse o defender a alguien ante un peligro.

“A largo plazo sabemos que esta parasomnia, cuando se produce de forma aislada sin relación con otras dolencias neurológicas o a tratamientos o sustancias, es una manifestación precoz de enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Parkinson, la demencia con cuerpos de Lewy o la atrofia multisistémica”, expuso la doctora Ana Fernández Arcos, neuróloga e investigadora del Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), que explicó que este trastorno se observa en personas adultas, con mayor frecuencia a partir de los 50 años. A diferencia del sonambulismo, los episodios ocurren sin salir de la cama, con los ojos cerrados y son más frecuentes en la segunda mitad de la noche, que es cuando se da una mayor proporción de la fase REM del sueño.

“Los movimientos pueden ser leves y simples, como sobresaltos o gesticulaciones, o más vigorosos y complejos, como manotazos y patadas, e ir acompañados de vocalizaciones, gemidos o gritos. Los compañeros de cama suelen detectar y animar a consultar a los pacientes. En algunos casos leves y personas que duermen solas puede llegar pasar desapercibido. Sin embargo, hay riesgo de lesiones hacia uno mismo al golpearse con algo o caer de la cama y de herir la persona que duerme al lado si la tienen”, señaló la doctora, que explicó que el diagnóstico de este trastorno se realiza a partir de la sospecha clínica y requiere la realización imprescindible de un estudio de sueño (polisomnografía) para descartar otros problemas que pueden imitar el trastorno, como despertares al final de apneas del sueño, el sonambulismo o la epilepsia.

Precisamente, el hecho de que el diagnóstico se realice a partir de la sospecha puede provocar, según argumentó la experta, que las mujeres que sufren este trastorno estén infradiagnosticadas. “Los hombres tienen un mayor riesgo de lesiones. Además, es posible que acudan con frecuencia por recomendación de la pareja/familia, que la sospecha clínica sea más precoz y que se detecten casos a través de la sospecha de apneas durante el sueño, más prevalente también en hombres”, razonó Fernández Arcos, que añadió que en las mujeres los estudios indican que los síntomas pueden ser más leves, con conductas menos violentas y con menos lesiones asociadas a los episodios, por lo que pueden pasar más inadvertidos. “A esto habría que añadir otras razones, como que las mujeres tienen una mayor esperanza de vida y viven solas con más frecuencia, sin poder observar un tercero las manifestaciones del trastorno; que no acudan al médico por considerarlo poco importante o se avergüencen de ello, o que los médicos no lo detecten por tener otros problemas de sueño como insomnio, que no suele requerir estudio polisomnográfico”.

Para la neuróloga, es “importante” conocer estas diferencias para detectar el trastorno también en mujeres: “Las personas que sufren este trastorno se encuentran en estadios muy tempranos de enfermedades neurodegenerativas y son candidatas idóneas para estudiar futuros tratamientos para detener o frenar el curso de la enfermedad. Es fundamental que el desarrollo de fármacos neuroprotectores sea igualitario para hombres y mujeres”.

Una opinión que respaldó la doctora Laura Lillo Triguero para el caso del Síndrome de Piernas Inquietas. “Si conociéramos mejor las diferencias de género en SPI podríamos establecer perfiles clínicos más ajustados a los pacientes, evaluando la respuesta de cada uno a los tratamientos disponibles para en el futuro ofrecer un tratamiento más personalizado”, argumentó la experta, que concluyó afirmando que conocer en profundidad los mecanismos subyacentes del SPI también facilitaría a los especialistas “la localización de poblaciones de especial riesgo donde aumentar las estrategias para prevenir la aparición del SPI”.

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