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Por qué un viaje de placer durante las vacaciones puede no ser la mejor solución a una crisis de pareja

Por el 22/07/2020
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Lo dicen los abogados especializados en la materia y lo atestiguan las estadísticas oficiales: los meses posteriores a las vacaciones de verano son meses en los que se incrementan las peticiones de divorcios y separaciones. El fenómeno también lo observan en las consultas de psicología, donde tras un periodo de vacaciones se multiplican las peticiones para consultas de pareja o individuales que tratan temas de pareja. Parece evidente que las vacaciones veraniegas, un periodo que normalmente asociamos al descanso y el placer, activan sin embargo las crisis que llevan a las parejas a terapia. ¿Por qué?

“En verano pasamos más tiempo con la pareja y la familia que el resto del año, las rutinas cambian o desaparecen y hay más tiempo y espacio para relacionarnos, lo que permite que los conflictos que estaban latentes o sin resolver broten con más facilidad. Si la pareja llega al verano con muchos temas sin resolver, distanciada o deteriorada, es más fácil que esta época del año se convierta en el momento en que todo esto estalla y se produzca una crisis que pueda llevar a la ruptura. Las vacaciones se pueden convertir en una encerrona para la pareja”, explica Esther Gutiérrez, psicóloga experta en terapia familiar y de pareja y miembro de la Asociación Española de Terapia Gestalt (AETG).

Y como las vacaciones se pueden convertir en una encerrona para una pareja ya per se inestable, los viajes de reconciliación “no suelen ser una buena idea”. Como tampoco lo suele ser lanzarse a la maternidad y la paternidad con la idea de reflotar una relación que naufraga. “Intentamos tapar el conflicto con disfrute, placer y relax, pero el conflicto sigue ahí”, asegura Gutiérrez, para quien las expectativas de uno y otro miembro de la pareja respecto al viaje pueden ser también un lastre para la relación.

“En ocasiones la pareja está tan metida en una dinámica de conflicto que todo supone una nueva frustración y más discusiones. Miramos a la otra persona desde el enfado y la crítica. En ese caso, lo mejor seguramente sea un viaje por separado, una retirada que facilite que la dinámica de la relación se calme y los dos descansen. No por pasar más tiempo juntos vamos a resolverlo”, explica la psicóloga, que añade si existen miedos a la separación temporal (a la ruptura, a una infidelidad, etc.) se puede intentar llegar a un compromiso con el otro “de que el tiempo de vacaciones por separado no va a ser para tomar decisiones sobre la pareja, sino para descansar y parar frenar la dinámica de conflicto”.

Si hay empeño por llevar a cabo el viaje…

Si pese a que no es lo recomendable, la pareja en crisis decide realizar un viaje de placer para reconducir su situación, Esther Gutiérrez recomienda que cada miembro se pregunte por separado si realmente quiere ese viaje, qué espera del mismo y qué espera de su pareja. “A estas preguntas hay que contestar honestamente y encontrar la manera de comunicárselo a la pareja”, sostiene la psicóloga, que recuerda que en Terapia Gestalt se trabaja para que la pareja se pueda comunicar de forma fluida y honesta: “Trabajamos con técnicas expresivas como hablar en primera persona, no interrumpir, buscar decir lo que siento sin agredir o hablar más desde la emoción que desde lo mental o los hechos, por ejemplo”.

También, según Gutiérrez, puede ser positivo hablar de los conflictos que cada uno siente que están sin resolver y acordar de cuáles se va a hablar en el viaje y de cuáles no. “Para que el conflicto no esté tan latente es importante que se haya llegado a acuerdos sobre los temas conflictivos y se haya iniciado la reparación de los posibles daños que sienta cada uno”, asegura Gutiérrez, para quien sólo si el conflicto ha sido expresado y canalizado de alguna manera el viaje “puede significar un nuevo encuentro con el otro, un punto de partida en un espacio diferente para el disfrute”.

Por último, y ya de cara al viaje, la miembro de la Asociación Española de Terapia Gestalt recomienda programar actividades que hagan disfrutar y que sea fácil realizar. “Hay parejas que disfrutan haciendo deporte, cocinando, con visitas culturales, bailando… ¡Cualquier cosa! Elegir un viaje en el que esas actividades estén disponibles nos asegura que haya un ambiente en el que encontrarnos”, concluye.

 

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